El experimento psicosocial o sociopsicológico fue organizado por el diario Washington Post
y se hizo para observar qué relación hay entre en el contexto, la
percepción y las prioridades, así como una forma de evaluar si el gusto
del público es algo que pertenece a cada uno o sí está condicionado
socialmente. Así pues, se preguntaron, ¿la gente sabe valorar la belleza?
El experimento
El día 12 de enero, a las 7:51 en plena
hora punta, el prestigioso violinista Joshua Bell salió del metro en la
estación Plaza L’Enfant (Washington DC., E.E.U.U.) y se colocó contra
una pared al lado de una papelera. Nadie podía reconocerlo a simple
vista, pues era un hombre joven blanco con pantalones vaqueros, una
camiseta de manga larga y una gorra de béisbol de los Nationals de
Washington. En menos de una hora pasaron delante de él más de 1000
personas, la mayoría de ellas con destino a su lugar de trabajo, pues la
Plaza L´Enfant es sin duda uno de los centros neurálgicos del trabajo
en Washington DC.
De un pequeño maletín, sacó un violín
(que casualmente es uno de los más valiosos que se hayan hecho) y
astutamente dejó unos pocos dólares y algunas monedas antes de
disponerse a tocar. En los siguientes 43 minutos interpretó seis piezas
clásicas, no piezas populares sino algunas de las piezas más elegantes
que jamás se hayan escrito, obras maestras que han perdurado durante
siglos por su brillantez, una música acorde con la grandeza de
catedrales y auditorios nacionales. Interpretó las obras con un
entusiasmo acrobático, con el cuerpo inclinado hacia la música y el
arqueo de puntillas en las notas altas. El sonido era casi sinfónico,
llegando a todas partes pues, según el Washington Post, la acústica fue
sorprendentemente amable. A pesar de que la galería es de diseño
utilitario, el espacio comprendido entre la escalera mecánica del metro y
la salida de algún modo resultó ser un espacio acústicamente aceptable.
El violinista Joshua Bell, durante un concierto (20 minutos.es)
El músico comenzó su particular
concierto con la “Chacona” de Bach, una de las piezas de violín más
difíciles de dominar. Muchos lo intentan, pero pocos lo logran, pues es
agotadoramente larga -14 minutos- y consiste en su totalidad de una
progresión musical que se va repetiendo en docenas de variaciones para
crear una arquitectura compleja del sonido. Tres minutos pasaron antes
de que alguien mostrase algún interés. Más de sesenta personas ya habían
pasado delante de él cuando un hombre de mediana edad alteró su paso
por una fracción de segundo, volviendo la cabeza para apreciar que había
un artista tocando música. Sí, el hombre siguió caminando, pero por lo
menos era algo. Medio minuto más tarde, Bell recibió su primera
donación. Una mujer arrojó un dólar y se marchó. No fue hasta al cabo de
un rato que alguien realmente se parase a escuchar lo que tocaba con
tranquilidad.
En los tres cuartos de hora que Joshua
Bell tocó, tan sólo siete personas dejaron lo que estaban haciendo para
escucharle y disfrutar de la actuación, al menos por un minuto salvo una
de ellas que le reconoció y se acercó a decirle que le encantaba cómo
tocaba y que le había visto en un gran concierto. Veintisiete dieron
dinero, la mayoría de ellos sin detenerse, para alcanzar un total de 32$
y cambio. El resto de transeúntes pasaron de largo sin molestarse si
quiera a mirar. Nunca hubo una multitud de espectadores, como el propio
Bell esperaba. “En una sala de música, me enfadaría si alguien tose o si
se oye el sonido de un teléfono móvil. Pero aquí, mis expectativas
disminuyeron rápidamente. Empecé a apreciar que no existía ningún tipo
de reconocimiento, ni siquiera una leve mirada hacia arriba. Estaba
extrañamente agradecido cuando alguien lanzó en un dólar en vez del
cambio”. Esto lo dice un hombre que puede cobrar unos 1.000$ por minuto.
Lo más curioso es que tan sólo 3 días antes, Joshua Bell en un
concierto llenó el Hall de Boston Symphony, donde los asientos cuestan
de 100$ en adelante.
http://blog.isdfundacion.org/2013/02/13/experimentos-psicosociales-n%C2%BA-8-el-famoso-vionista-ignorado-en-el-metro-washingon-post-2007/